martes, 28 de noviembre de 2017

Aliseda


Nací bajo la copa de un aliso. Mi madre temblaba y las ciervas bebían del vientre de la tierra. Las ciervas bebían del vientre de mi madre. Recuerdo el olor a lavanda: mi cuerpo viajaba entre dos mundos y florecía con los campos. Mi cuerpo viajaba de la placenta a la hojarasca, del agua al pulso oscuro de las plantas. 

Aprendí a cantar con la voz de los insectos, a dormir bajo el musgo y a escuchar el silencio de los tallos. Mis brazos crecieron con las ramas del aliso. Cuando empecé a sangrar, mis ojos se tiñeron de rojo. Cuando empecé a sangrar llegaron el otoño y las tormentas. 

Una noche encontré a una loba herida junto al río. Me acerqué a besar sus fauces y le di de beber mi savia, la alimenté con mi corteza. Recuerdo el olor a madreselva: su cuerpo viajaba entre dos mundos y se derramaba con la lluvia. Su cuerpo viajaba de la hojarasca a las estrellas, de la tierra al silencio de la noche.

Al día siguiente desperté en la aliseda. Los troncos de los árboles eran rojos como la sangre de la loba, rojos como mi sangre y como el otoño. Escuché el silencio de los tallos: las ciervas bebían del vientre de la tierra. Las ciervas bebían del vientre de la loba. Su corazón era una llama en las entrañas del bosque.

3 comentarios:

  1. Creo que he visto esa llama y he querido ir hacia ella, y volver a escuchar ese silencio de los tallos. El otoño es rojo, sin duda.
    Es un placer leerte, de verdad.
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. hermoso relato mítico de la tierra y el bosque en otoño...me identifico tanto con ese lenguaje que me ha hecho estremecer recordando mis orígenes
    un beso 🍁🍂

    ResponderEliminar